viernes, 9 de diciembre de 2016

EL VERANO DE SOFÍA



Sofía era una niña imaginativa y soñadora, que vivía en la gran ciudad con sus padres. Un fin de semana al mes y en vacaciones iba a su pueblo, al campo, para relajarse. El gran sueño de Sofía era alejarse del bullicio y de las preocupaciones, de esa ciudad que la estresaba y la ahogaba.
Aquel verano de  2004 fue especial. Por la noche había preparado con ilusión su maleta y había puesto en ella su ropa preferida, sus libros favoritos, su mp3, su diario, sus lápices de colores y su cámara de fotos con la que grababa los recuerdos. A la mañana siguiente se despertó muy pronto. No necesitó el despertador. Tenía tantas ganas de salir que no quiso ni desayunar. Se dirigió con sus padres y su abuela a la estación. Ese tren le apartaría de la ciudad. Se sentó al lado de su abuela y esta comenzó a hablarle de las vacas, ovejas, del campo, del abuelo y de las historias de siempre. Sofía estaba fascinada.
El viaje se había hecho corto. Estaban ya en Oviedo. Tomaron luego un autobús camino a Cangas de Onís. Era precioso poder ver de nuevo las flores, los árboles, las ardillas, las vacas, los gorriones y sobre todo su río. Para ella, el Sella era un riachuelo. Le apasionaba: solía ir desde pequeña con su abuela allí. En cuanto llegaran a la vieja casa de sus abuelos, soltaría la maleta y correría junto al río sin esperar la merienda. Eso le relajaba, pensaba en el murmullo del agua, las ondas del río, acompañada del dulce canto de los pajaritos que le inspiraba y le hacía soñar.
A los pocos días de estar en el pueblo, ocurrió un acontecimiento inquietante: su padre se puso enfermo. Ella había pensado ir como otros días al riachuelo, pero no podía. Sabía que tenía que quedarse junto a su madre en la casa del pueblo. Cuidaría de él y le contaría historias, le llevaría un tazón de leche caliente y un poco de miel, como hacía la abuela cuando estaban enfermos. Cuando se sentó junto a la cama de su padre, este le hizo recordar y pensar en su río. Ella se puso a hablarle de los murmullos del agua, de los gorriones, de tantas y tantas cosas que aunque no podía ir... le hacía sentir la música e imagen del río en su cabeza, su lucha por saltar las piedras, por continuar tras cada curva, tras cada salto, tras cada obstáculo para llegar a su meta.
Con el paso de los días su padre mejoró. Cuando llegó el médico, este les aconsejó que salieran a la naturaleza, que eso le curaría de verdad. ¡Era increíble! Por supuesto, encerrarse en casa era lo peor que podían hacer.
La abuela de Sofía y su madre prepararon esa tarde un cesto con bocadillos, tortilla y jamón y decidieron subir primero al Santuario de Covandonga,  a rezar a la Virgen, la Santina, como solían hacer siempre que iban a los lagos. Ese era el destino elegido. Desde arriba, también se veía el riachuelo, pero muy pequeño, diminuto.
El camino a los lagos se hizo cansado a pesar de que iban en coche. Un vecino se ofreció para llevarles. Muchos montañeros subían allí y Sofía y su familia lo hacían todos los años. Arriba emprendieron una marcha hasta llegar a la orilla de uno de los lagos. El agua estaba helada, quieta, sin movimiento alguno, serena. Sofía la tocó con la punta de los dedos. Sofía pensó que el lago le daría la paz y que, como un milagro, la naturaleza  ayudaría a su padre a recuperarse. Hizo una foto para guardarla en su cámara, para sus recuerdos. Pero siguió pensando en su riachuelo, en sus aguas; las del lago estaban quietas, al menos eso le parecía a ella; en cambio, las de su río corrían libres por los prados, en zig-zag. Seguro que su padre pensaba también en ello, en los saltos del agua, en los gorriones, en lo que ella le había contado...
Sofía se quedó tranquila. Ese día del verano había sido mágico para ella: lleno de vida.
Llegó el final del verano y volvieron a la ciudad. Todo volvió a ser como antes. Faltaba el silencio y el sonido del agua. Su riachuelo quedaba en el norte, solo y lejos de la ciudad, apartado y esperándola como siempre, y sus aguas debajo del puente, corriendo en libertad.
Este relato de mi fantasía está inspirado en: La Danza de los Lobos y Carros de Fuego.




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