Jack iba dándole patadas a una lata que se había encontrado mientras caminaba a las orillas del río Támesis.
Tras un duro día de universidad, había vuelto a su casa donde había discutido con su madre. Ambos estaban malhumorados y el resultado fue una batalla campal en la que ellos eran el campo de batalla, y sus palabras eran las únicas armas.
Jack estalló, y decidió calmarse yéndose un rato, dejando a su madre en casa sollozando.
Salió de su casa, cerró de un portazo, y con el gris panorama londinense de fondo comenzó a caminar.
Deambulaba sin rumbo fijo, con un bolígrafo y un bloc como únicos acompañantes.
Desde que tenía recuerdo de conciencia los había llevado encima, eran los únicos que siempre le habían acompañado, o eso creía él, cegado por su reciente enfado.
Se detuvo únicamente a observar el cielo, dentro de poco anochecería y el sol daría paso a la luna y las estrellas.
Inspirado y exhausto, se sentó a la orilla del río.
Miraba con atención cómo el agua fluía, cómo se dejaba llevar por la corriente , y cuán relajante era.
Inspirado, se puso a escribir. Los segundos dieron paso a los minutos y estos a las horas, a la vez que la noche extendía su oscuro manto.
Sumido en la penumbra, dejó de escribir cuando oyó el chapoteo de unas gotas en el río, lo que hizo que guardara el bloc al instante.
Se percató de lo tarde que era, se levantó e inició su camino de vuelta a casa, jugando de nuevo, con la ahora mojada lata.