sábado, 7 de octubre de 2017

ALGODONES DE AZÚCAR.


Esa tarde – noche veraniega, junto a la playa de Poniente de Gijón, la Oreja de Van Gogh interpretaba sus canciones: las de siempre y algunas de su nuevo disco. La playa estaba abarrotada de gente. Me sentía feliz. Estaba con mis amigos y familia disfrutando de unos instantes mágicos.
El grupo nos deleitaba. Leyre se llevaba los aplausos del público con temas fascinantes como Muñeca de trapo, Dulce locura, Cometas por el cielo, Cuéntame al oído, Jueves, La playa...  Junto a ella brillaba también Pablo y el resto del grupo.
Las canciones que más me gustaron fueron “Jueves” y “La playa”. De la primera me gusta la chispa de amor que surgió entre dos desconocidos que nunca pudieron intercambian palabras de amor porque el reloj de la vida se detuvo para ellos un once de marzo en el tren de la muerte. La segunda  recrea un momento feliz de una pareja en una playa. Se trata de una despedida en la que ella añora su encuentro y por ello guardará su historia en la letra de la canción. Me gusta la parte de la canción  que dice:
“Si pudiera volver a nacer 
Te vería cada día amanecer 
Sonriendo como cada vez 
Como aquella vez
 
La emoción de la gente invadía el espectáculo. Había mucha gente que se sabía la letra de muchas canciones y la tarareaban junto a la cantante.
Eran cerca de las tres de la mañana cuando terminó el festival. La Oreja de Van Gogh nos dedicó lo mejor de sí mismos, se entregaron al escenario. Los jóvenes de Gijón estábamos emocionados. Esta actuación formaba parte de las fiestas de Gijón. Un año más mi pueblo, que siento como mío, porque cada verano voy allí, revivía y se sentía unido en la música.
Terminado el concierto, nos quedamos en la playa. Allí había unos puestos donde vendían manzanas de caramelo, palomitas...  Mi amigo me invitó a un algodón de azúcar de colores. Su sabor era especial.¡Estaba delicioso!
Ahora desde Madrid recuerdo ese mar, ese cielo, esa música especial y esos dulces algodones de la Semana Grande de Gijón.

Dedicado a mi abuelo. 
Si pudiera... te vería cada día...
Sonriendo... como aquella vez







jueves, 5 de octubre de 2017

EL DÍA EN EL QUE LO PERDÍ TODO. Cap 1

Era un frio día de diciembre, el cielo estaba nublado y amenazaba tormenta. Era viernes  por lo que no tenía nada que hacer, así que me puse a ver la tele mientras hacia el desayuno para mí y para mi compañero de piso. Se llamaba Karlos ,lo conocí en la universidad hace dos años, era un chico al que nadie le podía quitar la sonrisa de la cara, siempre llevaba el mismo peinado ,cuando le pregunté el porqué de su repetitivo peinado siempre me decía que era porque le gustaba.
Mientras comíamos puse en la tele los Simpson, era uno de nuestros programas favoritos. Cuando acabamos recogimos todo y nos fuimos a cambiar porque aquel día teníamos clase por la tarde. Como la universidad estaba bastante lejos teníamos que coger el autobús. Cuando paramos en un cruce porque había un semáforo en rojo me puse a observar a la calle. Estaba completamente vacía solo se podía ver los coches pasar delante nuestra, pero lo raro fue que no hubiese nadie andando o corriendo. De repente una figuro salió de una de las esquinas de la calle, era un hombre, pero algo iba mal, aquel hombre iba arrastrando el pie por el suelo mientras que otro lo movía, también le salía sangre por la boca, parecía un “zombie” como el de las películas. Pero no le di importancia porque sabía que tenía que ser alguna campaña publicitaria para anunciar alguna película que acabase de salir en los cines.

Cuando llegamos a la universidad había mucha gente por lo que pensamos que habíamos llegado tarde, así que entramos rápido sorteando a las personas y recorriendo los laberínticos pasillos de la universidad hasta llegar a clase. En aquella clase hicimos un examen que, para mi gusto, fue rápido y sencillo por lo que acabe rápido. Cuando terminó la clase me levante para estirar las piernas, así que, me quede mirando por la ventana. En ella se podían montones de casas y también pájaros que revoloteaban libres en el cielo aparte de los grandes portones de hierro que había en la entrada. Tras un rato de tranquilidad y relajación de la nada aparece una sombre en los portones, era un hombre. Andaba  de frente sin hacer caso a los portones, dando un golpe tras otro, hasta que aparecieron varios profesores para ver lo que sucedía. Uno de ellos, el profesor de educación física se acerco y le pregunto qué quería, pero aquel hombre no respondió, le volvió a preguntar lo mismo otra vez, pero tampoco encontró una respuesta y a la tercera en vez de preguntarle le cogió del cuello  y le levanto del suelo, sin encontrar respuesta se empezó a enfadar y cuando por cuarta vez, le pregunto si se podía ir de ahí, pero  en vez de responderlo le cogió del brazo le mordió.