miércoles, 12 de abril de 2017

LA SERPIENTE Y EL CISNE

Una serpiente iba deslizándose a través de un frondoso bosque. Al ser bastante silenciosa, los pájaros y las ardillas que moraban por allí ni se percataron de su presencia.
Nuestra amiga la serpiente se dirigía a un imponente castillo que se erguía más allá de los valles, donde vivía un brujo que, según decían, era capaz de otorgar cualquier don que pudieras imaginar. Había comenzado su travesía a la salida del alba, con la esperanza de llegar antes de que anocheciera.
Lo que deseaba la serpiente era algo que siempre se le había achacado negativamente a su especie. Algo, que quería obtener por todos los medios, para librarse de esos rumores que dañaban su imagen y la de sus hermanas.
Prosiguió su camino a buen ritmo hasta que se topó con un gran arroyo que frenaba su avance. Miró hacia los lados en busca de algún puente, ya que era incapaz de atravesar la fuerte corriente, pero no había ni rastro de algo que pudiera ayudarla.
Empeñada en cruzar al otro lado, serpenteó buscando algún sitio donde el río se estrechara, pero tampoco tuvo éxito.
Cuando parecía que todo estaba perdido, y tendría que desrreptar lo reptado, apareció un majestuoso cisne nadando cerca de la orilla.
-¡Eh, eh! ¡Necesito ayuda!- comenzó a gritarle la serpiente al cisne.
Este, alarmado por los gritos, se acercó:
-¿Qué le pasa?¿Por qué chilla tanto?
-No puedo cruzar al otro lado del arroyo, y lo necesito urgentemente.¿Podría llevarme encima suya enrollada?
El cisne, algo receloso y desconfiado de la serpiente, aceptó con la condición de que fuera con los ojos cerrados.
A pesar de la extraña petición la serpiente aceptó al momento, subió a lomos del cisne y, algo apretujada, cerró los ojos.
En cuanto la serpiente se relajó, el cisne, que no se fiaba ni un pelo de ella, la tiró al río. El cisne nadó lejos, y la serpiente comenzó a ahogarse, incapaz de hacer nada.
Pese a haber sido vilmente traicionada, no guardó ningún tipo de rencor hacia los cisnes en los agonizantes minutos que le quedaban de vida.
El suceso llegó a oídos del brujo, quien inmediatamente decidió actuar. Conocedor de la profunda inquietud de la serpiente y de que había ido a visitarle, y había muerto por ello, concedió el deseo por el que tanto había sacrificado.
Desde entonces, todas las serpientes fueron tan confiadas como nuestra amiga, quien siempre había estado preocupada de la mala reputación que tenían y había intentado erradicar la etiqueta de cruel y traicionera.
Y demostró que no por ser serpiente se es mala, ni por ser cisne se es bueno, sino que todo depende de nuestras acciones.