lunes, 16 de octubre de 2017

Impacto

Después de esta experiencia dudo de la habilidad humana para pilotar una nave espacial. Puede que ellos tengan una tecnología más avanzada que la nuestra, pero nada de eso sirve si no sabes aterrizar un zahedreo transbordador.
En todo caso, la culpa es mía: debí haberme esperado una semana más en vez de confiar ciegamente en las “dotes de pilotaje” de mis amigos.
Tras el impacto la cosa se puso patas arriba: el casco delantero de la nave se quebró, y el impacto nos sacó violentamente del vehículo. Por suerte los únicos que quedaron heridos fueron el perro y mi Fzylk, el resto estaba en perfecto estado, probablemente debido a esos incómodos trajes amortiguadores que llevábamos puestos.
-Y bien, ¿ahora qué hacemos?- Dijo Shen.
-Creo que es bastante evidente,- Contestó Jay.- Tenemos que encontrar a alguien dispuesto a ayudarnos y estaremos salvados.
-¡Para ti es fácil decirlo, Jay!- Gritó Dev, enfurecido-¡Tú no tienes una nave de la que responsabilizarte!
-¿Y por qué me echas la culpa a mí, si la idea fue de Shen?
-¡Encima a mí, si fue Zharken quien quería venir aquí!
-¡En cambio, fuisteis vosotros quienes me pidieron ir una semana antes!- Dije, con uno de mis mejores gritos.
-Fistis visitris quinis mi pidirin ir ini simini intis- Dijo Shen con un tono de burla- No sería mejor dejar de pelearnos y empezar a buscar ayuda?
-Si, estamos perdiendo el tiempo echándole la culpa a alguien.-Dije- Voy a activar el rastreador, si es que aún funciona.
Inmediatamente el holograma mostró formas de vida inteligentes a media hora del lugar de impacto. Mientras la IA de la nave se encargaba de cuidar a nuestras mascotas, nosotros nos dirigimos hacia la señal.
A la vez que caminábamos me percaté de que aún tenía el casco puesto. Me lo quité inmediatamente, permitiéndome llenar mis sacos aéreos con el ambiente cargado de helio de Qfil. Paseábamos a través de un bosque de árboles tirabuzón, unas curiosas plantas con forma de muelle. A medida que andábamos me permití el lujo de cambiarme un momento, pasando del apretado traje espacial a los complejos ropajes ketharís, los cuales buscaban simular alas.
-¿Echabas de menos tu hogar? – Preguntó Dev – Hará tiempo que no vengas aquí.
-La verdad es que no, vengo aquí todos los años, cuando vosotros tenéis vuestra “navidad”.
En ese momento, un chupapiedras se posó sobre el hombro de Shen. Éste, al percatarse, se tiró al musgoso suelo y empezó a chillar, espantando así al animal. A pesar de la situación comencé a reírme, recordando una de las cosas por las que dejamos a los humanos vivir en nuestro planeta, aunque de momento ninguno se ha asentado permanentemente.
-¿Cómo podéis vivir con algo así revoloteando a vuestro alrededor?-Preguntó Shen, aturdido por el susto.
-No suelen atacarnos, a pesar de su veneno casi mortal.-Respondí.-Sólo “comen” rocas, nunca he oído de nadie que haya muerto por la picadura de un chupapiedras.
-¿Pero qué tienen las rocas que puedan gustarle a esos bichos?-Preguntó Jay.
-Plantas.
-Eso no tiene sentido-Añadió.
-Tampoco lo tiene la reacción de Shen.-Dije.
El rostro de Shen enrojeció, mientras que los demás empezaron a reírse, incluyéndome entre ellos.
Una figura blanca apareció a medida que nos acercábamos a la señal, y la luz del azulado Harklinel comenzó a filtrarse por las hojas, llegando a un punto donde éstas habían desaparecido por completo.
El claro era bastante amplio, y en su centro un complejo formado por dos edificios blancos cilíndricos rompía el paisaje. Al acercarme me di cuenta de que las torres poseían una curiosa amalgama de arquitectura humana y ketharí: el aburrido minimalismo humano complementado por columnas en tirabuzón y arcos picudos.
-¿Y bien? – Preguntó Dev -¿Ahora qué?
-Si hemos aterrizado donde creo podremos quedarnos en las afueras, pero no nos dejarán entrar en los edificios.-Dije.
-Claro, Zharken, porque esa barrera de garaje sin levantar nos dicen que podemos pasar-Contestó Shen en tono sarcástico.
-No hay guardia, y no detecto formas de vida-Dijo Jay en ese momento.- Podríamos arriesgarnos.
-Tenemos tiempo de sobra- Añadió Dev.- Yo voy a entrar.
-Iré contigo. - Contesté.
-Y yo.- Dijo Jay.
-Ya empezamos...- Maldijo Shen.- Ya voy.
Efectivamente, no había ningún guardia vigilando, pero eso en vez de tranquilizarme me alarmó. Ese lugar estaba demasiado… vacío, y parecía algo muy reciente. El viento empezó a aullar violentamente, subido hacia arriba por el extremo calor veraniego.
Caminábamos por una superficie de asfalto completamente lisa, y las blancas paredes de las torres estaban hechas de granito, curiosamente sin ningún relieve elevado. Todo al mismo nivel, como el suelo. A veces me sorprende lo precisos que pueden ser los humanos a la hora de constuir, y también el interés que tienen en nuestras torres-prisma, que al parecer están hechas de algo llamado “diamante”.
Vi una sombra pasar detrás de mí, y más tarde, el detector de vida racional de Jay comenzó a chillar.
-¿Cómo? ¿De dónde han salido?
-Deben ser paredes muy gruesas- Dijo Dev.- creo que nos han pillado.
Me di la vuelta, y vi a tres guardias de piel azulada vestidos totalmente de negro. Uno de ellos era un Segunda Sangre. Instintivamente empezamos a correr, pero mis amigos me dejaron atrás en cuestión de segundos. De pronto, descubrí que iba directo hacia un poste bajo, el cual decidí saltar.
El salto me llevó a tres veces mi altura, si que debía estar alto ese sitio. Por desgracia no alcanzaba la valla.
En ese momento me acordé de lo que llevaba puesto, y decidí aprovecharme de eso para salir de aquí. Corrí con todas mis fuerzas, y cuando estaban a punto de atraparme extendí los brazos y volví a saltar.
El tejido ligero y la estructura del traje ketharí me permitieron aprovechar la corriente de aire para elevarme más, y así poder utilizar el viento a mi favor.
Desde el aire vi que mis amigos habían conseguido escapar y se habían juntado con otra persona. Levanté mis brazos para que la manga inferior se llenara cual paracaídas, me elevé, crucé la valla y fui descendiendo a medida que me acercaba al grupo.
Cuando estuve demasiado cerca, pude distinguir el rostro severo y arrugado de mi amo de jardín.

-Hola, Zharken.-Dijo, con un tono pícaro.- ¿Volviendo a casa a escondidas?

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