Después de esta experiencia dudo de la habilidad humana para
pilotar una nave espacial. Puede que ellos tengan una tecnología más avanzada
que la nuestra, pero nada de eso sirve si no sabes aterrizar un zahedreo
transbordador.
En todo caso, la culpa es mía: debí haberme esperado una
semana más en vez de confiar ciegamente en las “dotes de pilotaje” de mis
amigos.
Tras el impacto la cosa se puso patas arriba: el casco
delantero de la nave se quebró, y el impacto nos sacó violentamente del vehículo.
Por suerte los únicos que quedaron heridos fueron el perro y mi Fzylk, el resto
estaba en perfecto estado, probablemente debido a esos incómodos trajes
amortiguadores que llevábamos puestos.
-Y bien, ¿ahora qué hacemos?- Dijo Shen.
-Creo que es bastante evidente,- Contestó Jay.- Tenemos que
encontrar a alguien dispuesto a ayudarnos y estaremos salvados.
-¡Para ti es fácil decirlo, Jay!- Gritó Dev, enfurecido-¡Tú
no tienes una nave de la que responsabilizarte!
-¿Y por qué me echas la culpa a mí, si la idea fue de Shen?
-¡Encima a mí, si fue Zharken quien quería venir aquí!
-¡En cambio, fuisteis vosotros quienes me pidieron ir una semana antes!- Dije, con uno de mis mejores gritos.
-Fistis visitris quinis mi pidirin ir ini simini intis- Dijo
Shen con un tono de burla- No sería mejor dejar de pelearnos y empezar a buscar
ayuda?
-Si, estamos perdiendo el tiempo echándole la culpa a
alguien.-Dije- Voy a activar el rastreador, si es que aún funciona.
Inmediatamente el holograma mostró formas de vida
inteligentes a media hora del lugar de impacto. Mientras la IA de la nave se
encargaba de cuidar a nuestras mascotas, nosotros nos dirigimos hacia la señal.
A la vez que caminábamos me percaté de que aún tenía el
casco puesto. Me lo quité inmediatamente, permitiéndome llenar mis sacos aéreos
con el ambiente cargado de helio de Qfil. Paseábamos a través de un bosque de
árboles tirabuzón, unas curiosas plantas con forma de muelle. A medida que
andábamos me permití el lujo de cambiarme un momento, pasando del apretado
traje espacial a los complejos ropajes ketharís, los cuales buscaban simular
alas.
-¿Echabas de menos tu hogar? – Preguntó Dev – Hará tiempo
que no vengas aquí.
-La verdad es que no, vengo aquí todos los años, cuando
vosotros tenéis vuestra “navidad”.
En ese momento, un chupapiedras se posó sobre el hombro de
Shen. Éste, al percatarse, se tiró al musgoso suelo y empezó a chillar,
espantando así al animal. A pesar de la situación comencé a reírme, recordando
una de las cosas por las que dejamos a los humanos vivir en nuestro planeta,
aunque de momento ninguno se ha asentado permanentemente.
-¿Cómo podéis vivir con algo así revoloteando a vuestro
alrededor?-Preguntó Shen, aturdido por el susto.
-No suelen atacarnos, a pesar de su veneno casi
mortal.-Respondí.-Sólo “comen” rocas, nunca he oído de nadie que haya muerto
por la picadura de un chupapiedras.
-¿Pero qué tienen las rocas que puedan gustarle a esos
bichos?-Preguntó Jay.
-Plantas.
-Eso no tiene sentido-Añadió.
-Tampoco lo tiene la reacción de Shen.-Dije.
El rostro de Shen enrojeció, mientras que los demás
empezaron a reírse, incluyéndome entre ellos.
Una figura blanca apareció a medida que nos acercábamos a la
señal, y la luz del azulado Harklinel comenzó a filtrarse por las hojas,
llegando a un punto donde éstas habían desaparecido por completo.
El claro era bastante amplio, y en su centro un complejo
formado por dos edificios blancos cilíndricos rompía el paisaje. Al acercarme
me di cuenta de que las torres poseían una curiosa amalgama de arquitectura
humana y ketharí: el aburrido minimalismo humano complementado por columnas en
tirabuzón y arcos picudos.
-¿Y bien? – Preguntó Dev -¿Ahora qué?
-Si hemos aterrizado donde creo podremos quedarnos en las
afueras, pero no nos dejarán entrar en los edificios.-Dije.
-Claro, Zharken, porque esa barrera de garaje sin levantar
nos dicen que podemos pasar-Contestó Shen en tono sarcástico.
-No hay guardia, y no detecto formas de vida-Dijo Jay en ese
momento.- Podríamos arriesgarnos.
-Tenemos tiempo de sobra- Añadió Dev.- Yo voy a entrar.
-Iré contigo. - Contesté.
-Y yo.- Dijo Jay.
-Ya empezamos...- Maldijo Shen.- Ya voy.
Efectivamente, no había ningún guardia vigilando, pero eso
en vez de tranquilizarme me alarmó. Ese lugar estaba demasiado… vacío, y
parecía algo muy reciente. El viento empezó a aullar violentamente, subido
hacia arriba por el extremo calor veraniego.
Caminábamos por una superficie de asfalto completamente
lisa, y las blancas paredes de las torres estaban hechas de granito, curiosamente
sin ningún relieve elevado. Todo al mismo nivel, como el suelo. A veces me
sorprende lo precisos que pueden ser los humanos a la hora de constuir, y
también el interés que tienen en nuestras torres-prisma, que al parecer están
hechas de algo llamado “diamante”.
Vi una sombra pasar detrás de mí, y más tarde, el detector
de vida racional de Jay comenzó a chillar.
-¿Cómo? ¿De dónde han salido?
-Deben ser paredes muy gruesas- Dijo Dev.- creo que nos han pillado.
Me di la vuelta, y vi a tres guardias de piel azulada
vestidos totalmente de negro. Uno de ellos era un Segunda Sangre.
Instintivamente empezamos a correr, pero mis amigos me dejaron atrás en
cuestión de segundos. De pronto, descubrí que iba directo hacia un poste bajo,
el cual decidí saltar.
El salto me llevó a tres veces mi altura, si que debía estar
alto ese sitio. Por desgracia no alcanzaba la valla.
En ese momento me acordé de lo que llevaba puesto, y decidí
aprovecharme de eso para salir de aquí. Corrí con todas mis fuerzas, y cuando
estaban a punto de atraparme extendí los brazos y volví a saltar.
El tejido ligero y la estructura del traje ketharí me
permitieron aprovechar la corriente de aire para elevarme más, y así poder
utilizar el viento a mi favor.
Desde el aire vi que mis amigos habían conseguido escapar y
se habían juntado con otra persona. Levanté mis brazos para que la manga
inferior se llenara cual paracaídas, me elevé, crucé la valla y fui
descendiendo a medida que me acercaba al grupo.
Cuando estuve demasiado cerca, pude distinguir el rostro
severo y arrugado de mi amo de jardín.
-Hola, Zharken.-Dijo, con un tono pícaro.- ¿Volviendo a casa
a escondidas?
Que imaginación tienes, ¿no?
ResponderEliminarMuy entretenido y muy bien escrito.
ResponderEliminareres el puto amo Carlos
ResponderEliminarquiero segundo episodio ya compañero loooollllll
¡Qué bien redactado Carlos!
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