domingo, 14 de enero de 2018

Los mil y un viajes de Ramón.


En una isla desierta habitaba un chico llamado Ramón, que vestía un disfraz de pirata. A nuestro amigo bucanero le encantaba vivir aventuras: viajaba en su barco a múltiples lugares como la isla de la fantasía, de los duendes, las sirenas…Un día encontró una máquina del tiempo en la que podía viajar a otros lugares sin necesidad de navegar en su barco. Viajó en el pasado, presente y futuro. Vivió toda la historia desde la Prehistoria hasta la actualidad. Se sorprendió mucho. Conoció a mucha gente: hizo amigos y amigas. Todas sus aventuras las escribió en un pergamino que luego convirtió en diario y que finalmente publicó para que la posteridad conociera sus aventuras.
Ramón era sensible y abierto al mundo. En su primer viaje, navegó por la Prehistoria y descubrió que tenía un gran poder para enfrentarse a fieros animales. Mató con su espada a un tigre diente de sable, el felino más temido. Descubrió que el fuego era su mejor arma. Los habitantes de las cavernas quedaron maravillados de ese fuego que portaba Ramón y así decidieron en agradecimiento a ese don nombrarlo Rey de las cuevas. Ramón se encontraba muy a gusto viendo cómo todos lo admiraban por ese fuego que había salido de esa caja de cerillas que llevaba en su mochila en el viaje del tiempo. Pero se cansó enseguida de no estar con la civilización y decidió volver al siglo XXI de donde había partido y durmió esa noche como nunca.
Al despertar descubrió que estaba en la Edad Media. Se había convertido en un campesino que trabajaba las tierras de un señor feudal, un conde. Se encontró recogiendo uvas y arando la tierra de sol a sol. Ramón vivía en una casa cercana a un castillo. No tenía muchos derechos y se pasaba todo el día trabajando. Solo era feliz los festivos. Entonces a los pies del castillo se organizaban torneos. Caballeros y damas bailaban al son de la vihuela y él comía ricas comidas calentadas al fuego. Luego tiraban al arco. Sin embargo, a Ramón le parecía que eran tiempos muy tristes. Los juglares anunciaban constantemente guerras, pestes… Y no supo cómo pero su deseo de huir se cumplió. Se encontró de nuevo dormido en el siglo XXI en su habitación y durmió a pierna suelta.
Cuando llegó la mañana se trasladó al Renacimiento. Tuvo la suerte de conocer a Leonardo da Vinci. Él lo había estudiado en historia y sabía que era un hombre muy culto, pintor, arquitecto, escultor, ingeniero… En fin, su presencia le deslumbró. Se encontraba Leonardo en Florencia y estaba pintando la Gioconda. Ramón le comentó a Leonardo que su obra se conocería en el mundo entero y se le llamaría La Mona Lisa. A punto estuvo Ramón de quedarse en esta época porque Italia le encantaba. En esa ciudad había riqueza, cultura… A Ramón no le extrañó nada, pero decidió volver al siglo XXI y como siempre se acostó y se vio de nuevo en su cuarto.
A la mañana siguiente despertó en otra gran época, era el año 1571 y sin saber cómo se vio en la batalla de Lepanto. Ramón tuvo la suerte de conocer a Cervantes. Le llevaban herido. El buen caballero había participado en tan famosa batalla sirviendo a su rey. Ramón tenía algunos conocimientos de enfermería y acudió allí al campo de batalla y quiso estar con todos los heridos. Habló con Miguel de Cervantes, cuya mano había quedado malherida y por ello le conocemos como el manco de Lepanto, aunque no sabemos si fue gracias a Ramón, pero lo cierto es que no perdió el brazo. Ramón le preguntó por el Quijote, pero Cervantes no tenía fuerzas para hablarle. Ramón para animarle le dijo que escribiría la obra más famosa del mundo y que sería traducida a más de veintiocho idiomas. Don Miguel miraba a Ramón, pero no lo entendía. Ramón quiso huir de la guerra y también del siglo XVII, pero antes de nada decidió hacer algo por Cervantes y cuando este estaba preso en Argel al saber que unos trinitarios monjes iban a pagar su rescate se le ocurrió un plan: él mismo como pirata lo liberó y lo trajo en su barco a tierra llegando a Cádiz. Se acostó de nuevo encontrándose otra vez en su casa.
Al día siguiente se levantó bastante temprano y amaneció en el siglo XVIII. Era el siglo de las luces, de la Ilustración. Ramón se encontró en Francia con Diderot y D’Alembert que estaban haciendo la llamada Enciclopedia Ilustrada. Estos querían reunir todo el saber en una gran obra. Ramón les habló de la Wikipedia, que era muy fácil de manejar. Pero los ilustrados, hombres sabios, no entendían a Ramón. Pensó él que su francés no era demasiado bueno. Tenía que haber estudiado más. Se cansó de París y de los parisinos y volvió a acostarse.
A la mañana siguiente despertó en el siglo XIX, en el Romanticismo. Conoció a Bécquer, le consideró un hombre muy triste. Ramón quiso decirle que había leído sus leyendas en clase de lengua. Las que más le habían gustado era el Monte de las Ánimas y La Promesa. Bécquer todavía no las había escrito, pero tomó nota de los títulos. Le había parecido Ramón un chico inteligente. Ramón luego conoció también a Larra, qué triste hombre le pareció, con él también charló y ya harto del Romanticismo y para no ver suicidios que tan típicos eran entonces, decidió dar una vuelta y se tropezó con otro gran movimiento: el Realismo. Conoció a la Regenta. Recordó que se había hecho fotos con ella en las últimas vacaciones en Oviedo. Ahora por fin podía saludarla. Era una mujer muy elegante y guapa. A Ramón le pareció excepcional, mejor de lo que imaginaba. Oviedo no había cambiado mucho, pensó él. Le entró sueño y se acostó.
De nuevo el sol salió y Ramón se encontró en el siglo xx, era el año 1936. ¡Qué horror! Estaba España viviendo la Guerra Civil. Bombas, refugios… Ramón ya lo había estudiado en historia, pero la realidad le parecía peor. Conoció a Lorca y no quiso decirle que terminaría sus días fusilado. Tenía que salir de la guerra y se acostó. Pero esa noche comprendió que eso que dicen algunos ancianos de que cualquier tiempo pasado fue mejor, no era verdad. Por ello tomó la decisión de no volver a viajar en el tiempo y quedarse en el siglo XXI.
Al día siguiente sonó el despertador y se fue a clase. Ramón tenía examen ese día. A ver qué le preguntaba la profesora de historia. Seguro que ahora podría aprobar el examen con más facilidad. Ya había dejado de ser pirata, había colgado ese disfraz y se encontraba volviendo a la realidad.

Y este ha sido el viaje del pasado. Todo un bonito y preocupante sueño. Quizás algún día viajaría hacia el futuro… o quizás no, el presente no estaba tan mal.

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