Euyn recorría los silenciosos pasillos de la majestuosa pirámide sin ninguna prisa. "Para qué", se preguntaba, "al fin y al cabo soy la mujer más poderosa de Zayreap".
Le costaba bastante asimilarlo, aún habiendo pasado casi un año. Y pensar que antes viajaba de población en población, alimentándose con lo que podía, fabricando ropa con básicamente lo que encontraba y huyendo de miradas amenazantes. Todo desde ese día...
-¡No pienses en eso! - Trató de decirse a sí misma, aunque la única voz que oyó fue en su mente.-Piensa en otra cosa...
Las paredes plateadas brillaban mostrando la luz proveniente de Harklinel, y bajo sus pies un limpio suelo reflejaba lo que podía observar al alzar la mirada: altas columnas redondeadas formando un triángulo al unirse, una serie de ventanas a un lado y un largo parterre con exóticas plantas azules y negras bañadas de luz al otro.
El punto de destino se encontraba en el centro exacto de la Pirámide, donde se iba a reunir con un hombre cuyas decisiones sólo podían ser cuestionadas por ella. O eso se suponía.
Un camino perpendicular al que recorría la alejó de los amplios ventanales, y las paredes, antes llenas de patrones cuadriculados, pasaron a convertirse en una muralla de cristal que la separaba del agua. Los imponentes acuarios mostraban un bello paisaje oceánico repletos de brillantes criaturas, las cuales eran la única iluminación del recorrido.
Una voz familiar sonó dentro de su cabeza. Ella ya se había acostumbrado a ese horrible martilleo en su mente, pero no al dolor ardiente que aparecía más tarde en su costado.
-Eres la Anfitriona, Euyn. - Dijo la voz. -No tienes por qué temerme, te puedo dar mucho poder.
La chica cayó al suelo, agonizando. Nunca la dejaría en paz, nunca. Comenzó a notar sus lágrimas resbalándose por su mejilla para más tarde tocar ése espejo. Esa criatura que la acosaba en su mente repitió esas palabras. No podía soportarlo más, tenía que hacer algo antes de que...
Una familiar sensación de poder recorrió todo su cuerpo, sentía que podía hacer cualquier cosa. Eso era malo, significaba que él la estaba dominando.
-No, aquí no.- Pensó, sin recibir respuestas de la criatura.
Entonces gritó. El ruido chocó con las paredes, ahuyentando a los peces y dejando el pasillo a oscuras: "¡Basta, déjame en paz, yo no soy tu anfitriona, yo no...!"
Unas manos la levantaron. La sensación de poder desapareció, y el dolor se disipó mientras sentía que esa horrible criatura la abandonaba. Ahora sólo quedaba de ella una niña mareada y cansada.
-¿Estás bien, mi señora? - Preguntó una voz femenina, una sacerdotisa. - ¿Era uno de tus episodios?
Obviamente la "Corte" estaba al tanto de sus ataques. Ellos consideraban que el motivo era que los Entes de Zayryn hablaban con ella, pero que su cuerpo era demasiado frágil como para resistir la "Grandiosidad" de éstos. Ignorantes, se repetía ella.
- Estoy bien - Dijo Euyn. - Sólo estoy un poco mareada.
-Pobrecita - dijo la clériga. - Tener que aguantar ése dolor con tan poca edad...
-Necesito sentarme. - Dijo la Dama del Bosque. - ¿Podrías traerme un porteador?
-Por supuesto, mi señora. Es más, estamos cerca del salón principal; sólo tienes que aguantar un poco más.
La sacerdotisa ayudó a caminar a Euyn, a la cual le fallaban las piernas. Al llegar al centro de la pirámide la chica se sentó en un banco que tenía al lado y envió a la mujer a por un porteador.
Recuperada la compostura decidió mirar alrededor. Desde el banco se podía ver toda la cámara interior: el centro de la Pirámide de Cielo tenía una forma octaédrica, la cual estaba iluminada por unos curiosos cristales brillantes que flotan en el cielo. En el centro de la sala se alzaba un imponente árbol de tronco gris y hojas azules cuyas raíces reptaban por todo el suelo donde se suponía que estaba el trono, pero desde su ángulo ella no podía verlo.
Su posición era un balcón en la tercera planta, a la derecha de la entrada principal, desde la cual entraba una enorme multitud de gente.
Tras un tiempo de espera el palanquín llegó, el cual constaba únicamente de un pequeño habitáculo donde lleva a la gente y cuatro largas asas para sujetarlo y transportarlo.
La sacerdotisa ayudó a Euyn a subir, y cuando la clériga cogió las asas delanteras el carro comenzó a moverse. El interior, aunque pequeño, era bastante cómodo: constaba de un pequeño colchón y dos cortinas a cada lado que el pasajero podía decidir dejar abiertas o no.
- ¿A dónde vamos? - Preguntó el porteador.
Tras pensarlo, Euyn le pidió volver a sus aposentos en el punto más alto de la pirámide. La reunión con el Ziheff podía esperar, al fin y al cabo él no podía criticarle.
El palanquín comenzó a moverse, y la Dama del Bosque tuvo por fin un momento de tranquilidad.
Ese momento no duró mucho, pues unos minutos mas tarde el palanquín se paró en seco y la cortina de su derecha se abrió, revelando el rostro cuadrado de un miembro del Consejo.
-Buenos días, Euynérala. - Dijo el hombre. - ¿Por qué vas hacia esta dirección, si la reunión es en otra parte?
-No voy a la reunión, consejero.- Contestó.-No me siento muy bien, creo que voy a descansar.
-Ah, claro, los Entes de Zayryn han vuelto a hablar contigo, ¿verdad? Tranquila, podremos seguir la reunión sin ti.
Tras despedirse, el palanquín volvió a moverse y Euyn respiró hondo, tratando de controlar su rabia.
-No te gusta que te llamen Euynerala, ¿me equivoco? - Dijo una voz a su izquierda.
Ella se sobresaltó, para más tarde volver a relajarse. Esa voz no era la de siempre, gracias a Asrunel.
- Estás en lo cierto, me incomoda que me llamen así, sobre todo esas abominaciones del Consejo.
- Entonces, todo ese nerviosismo se debe a que odias al Consejo; pero,¿por qué?
- Esos trozos de musgo se creen que están al mando, ni siquiera fue mía la elección del Ziheff. Por lo que sé, antiguamente esto no pasaba.
-Estás en lo cierto, - Contestó la voz.- pero antiguamente Zayreap no estaba elevada, por lo tanto tenían aproximadamente el doble de gravedad ahora.
-A todo esto - Preguntó Euyn. - ¿Quién eres?
-Nadie que te pueda interesar - Dijo esa persona - Pero quizás mi apariencia sí.
En ese momento, un extraño gas oscuro apareció al lado de la chica, el cual intentó tomar una forma antropomórfica. No poseía ningún rasgo con la excepción de tres ojos que, por alguna extraña razón, parecían brillar con un fulgor blanco.
-¿Qué te parece? - Preguntó la sombra
- Me parece que no sabes imitar muy bien a un Qfi Azja. - Dijo ella. - Se nota que no es tu forma verdadera.
- Pues lo gracioso es que se asemeja un poco - Contestó esa criatura, casi al borde de la risa.
Euyn sonrió, y en ese momento se percató de que ya no sentía mareo. Bajó del palanquín y se despidió de los porteadores, los cuales no parecían ver a la sombra que la seguía. Unos segundos más tarde, continuaron la marcha hacia la punta de la pirámide.
-Oye, noto que hay algo que lleva más de un año acosándote, creo que existe un modo de deshacerse de ello.
-¿En serio? - Preguntó Euyn, ilusionada. Por fin podría deshacerse de esa voz que llevaba tantos años destruyéndola. ¿Cómo, dímelo?
- Yo... esto... um... creo que ya he dicho demasiado. - Dijo la sombra, notándose el miedo en su contorno. - Lo siento, ojalá pudiera ayudarte.
Dicho esto, la criatura se convirtió en un gas, el cual desapareció tras una habitación. Inmediatamente, Euyn siguió a la sombra, su cabeza repleta de preguntas; "¿Por qué se habrá asustado tanto?
La habitación en la que entró resultó ser una enfermería, en la cual solo había tres humanos y un Qotur, tal como mostraban las marcas de su piel. Tenía el pelo despeinado y en sus ojos de un color amarillo brillante se podía observar una mirada distraída.
- Bueno, digamos que, ahora soy un Segunda Sangre, lo que significa que... - En ese momento el Qotur se fijó en ella, completamente desconcertado.
-Ah, Dama del Bosque - Dijo alguien en quien la chica no se había fijado. - Es un honor que te hayas molestado en venir...
El Qfi Azja continuó hablando, palabras que Euyn no escuchó. Estaba buscando a aquella misteriosa sombra.
Pero ésta había desaparecido.
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